Una vez màs nos despertamos con un radiante sol bañando los cristales de nuestro coche con su luz. Los pelos enmarañados, los ojos semicerrados, y la ropa de cama no superaban las inmensas ganas que tenìamos de continuar nuestro viaje. Salimos del auto para prepararnos para la batalla, cuando algunos de los turistas llegaban al aparcamiento para unirse al turismo de la ciudad de San Gimignano. Una familia curiosa nos miraba sin cesar, entre risas, nos preguntan en español como hemos llegado hasta este lugar. Resulta que la matrìcula madrileña de nuestro coche nos delataba, y estos, siendo paisanos de Olga, sentían curiosidad por el largo camino que habíamos recorrido entre Madrid y Toscana. Sin perder tiempo, comenzamos a caminar por el pueblecito hasta llegar a la muralla e ingresar en el centro turístico y medieval de San Gimignano. Lo primero un desayuno a base de café y bollería para reponer fuerzas. Después, una caminata a través de las calles principales, encontrándonos con lugares que nos hacen reir a nuestro paso, como la perfumerìa de la tocaya de Olga =)
Parece mentira que un pueblecito tan pequeño pueda atraer a tal cantidad de turistas, pero San Gimignano està organizado completamente para acoger a este sector....
Multitud de negocios con productos regionales y helados tìpicos, museos, exposiciones de todo tipo, artistas callejeros se extienden entre las diminutas callejuelas. Todos los habitantes parecían estar involucrados en el servicio y atención de los curiosos turistas que deambulaban por la mini ciudad de estilo medieval. San Gimignano fue una villa etrusca del siglo II a.c. La ciudad se bautizò con el nombre del obispo que la protegiò de las invasiones bàrbaras. Disfrutò de una época de prosperidad durante el medievo cuya herencia se puede ver reflejada en la arquitectura y estructura del pueblo hoy en dìa. Después de un periodo de crisis, el pequeño San Gimignano ha recuperado hoy todo su encanto, atrayendo un gran número de turistas a lo largo de todo el año.
Las horas pasan en San Gimignano. Una extraña sensación de tranquilidad, como si el tiempo no traspasase los muros de la ciudad, invade a los que caminan por esta. Nos dejamos llevar por las señales invisibles que nos conducen a través de unas minúsculas calles colindantes a la muralla. Atràs quedaron los negocios de camisetas, de fiambres y vinos, y de artesanìa. Ante nosotros un paisaje formado por las campiñas cercanas, nos regalan una preciosa vista para el recuerdo.
De nuevo a conducir. Una horita de camino nos separan de la legendaria Siena, la ciudad donde se celebran las emocionantes carreras de caballos nada màs y nada menos que en el centro histórico de la ciudad. Nos adentramos en ésta a la caza de un restaurante que ofreciese una buena “bistecca” a la fiorentina. Por su puesto lo encontramos rápido, y sin dudarlo un solo segundo entramos para disfrutar de suculentos manjares tìpicos de la zona.
Todavìa con el sol calentando nuestras espaldas, encontramos el Duomo. Una hermosa catedral se alzaba ante nuestros ojos, a su vera, una estatua de Ròmulo y Remo. El ambiente era agitado, mucho màs frenético que en San Gimignano. Vendedores ambulantes y escàndalosos viajeros adornaban la escena, una foto por allì otra por allà……. pero todas las miradas acababan concentrándose en el interior de un cìrculo de curiosos. Un talentoso acordeonista cautivaba todas las miradas con sus veloces melodìas.
A través de una escalera, conseguimos alcanzar el célebre ruedo del Palio. Increìble pensar cuantas personas se pueden concentrar en esta plazoleta con forma de abanico para disfrutar de las populares carreras de caballos.
La afluencia de turistas era máxima en este lugar. Las palomas se refrescaban en la fuente de Gaia, cuyas esculturas representan pedazos de la historia de Adàn y Eva y relatos de la mitología romana. Caminamos hacia el lado opuesto de la plaza, donde encontramos El palacio Comunal de Siena. De nuevo una estatua de Ròmulo y Remo adorna la fachada, y si te adentras en el edificio podràs disfrutar de una gran variedad de frescos y esculturas antiguas. Una vez màs en la plaza es digno de fotografiar el enorme campanario que se erige junto al Palacio. Dicen que en el siglo XIV era la construcción màs alta de toda Italia.
Nos despedimos de la Plaza de Campo saliendo del lugar por una de las sugerentes callejuelas coronada por un arco. Hermosos detalles sobre los viejos muros de la ciudad enriquecen la vista.
Pasamos muy cerquita de la màs célebre capital de la historia, Roma, para terminar la jornada finalmente en un tranquilo camping junto al mar en la provincia de Latina.