¡Sorpresa! Por fin os revelamos la última etapa del The Long Bar Trip. Desde Bruselas en tren, y en primera clase, llegábamos ya a nuestro destino cuando el revisor nos despertó para pedirnos los tickects y por supuesto, mandarnos a la sección del billete barato jajaja, ¡ya decíamos nosotros que había poca gente en el vagón!! Terminamos el trayecto en la Amsterdam Central Station. Estabamos en la recta final de nuestro tour que culminaría con dos días y una noche de locuras en esta conocida ciudad. A nuestra llegada el sol todavía brillaba en el cielo y decidimos aprovechar para comenzar a explorar las típicas calles de esta peculiar poblaciòn. Como ya muchos sabréis, Amsterdam se encuentra bajo el nivel del mar y sus avenidas se mezclan con los canales acuáticos que discurren a lo largo de toda la capital. En seguida confirmamos todos los tópicos por los que se conoce esta urbe. Llena de vida y jóvenes que pasean de un lado a otro, la mayoría como ya supondréis en bicicleta.
Poco a poco avanzando por las callejuelas empezamos a descubrir los famosísimos coffee shop donde se puede fumar legalmente marihuana. Vagando por los largos paseos peatonales llegamos a la Plaza Dam, uno de los lugares màs emblemáticos de la ciudad donde encontramos el Monumento Nacional construido en honor a los soldados holandeses que lucharon en la segunda Guerra Mundial, es un obelisco situado en la parte central de la plaza.
Plaza Dam y Monumento Nacional
Continuamos la caminata por la calle Rokin hasta llegar a otro céntrico lugar, y donde podemos encontrar uno de los màs famosos mercados de tulipanes de la ciudad. Hacemos una paradita para llenar nuestros estómagos y dar señales de vida a nuestras respectivas familias.Mercado de tulipanes
Al salir del negocio de comida ràpida donde habìamos cenado, la noche se había apoderado de la ciudad. De nuevo entre las laberínticas calles nos topamos con Hard Rock Café, pero como ya estaba cerrado decidimos continuar nuestro sendero. Guiados por el bullicio callejero de la fiesta amsterdiana nos aproximamos a la zona de pubs y discotecas.No teniendo nada mejor que hacer, ya que no habíamos reservado alojamiento para esa noche, comenzamos la ruta por los diferentes bares que allí se encontraban. Un bailecito por aquí, una cervecita por allá y cuando quisimos darnos cuenta eran ya las tantas de la madrugada. Curiosos, quién no, por conocer el famosísimo Barrio Rojo aprovechamos las últimas horas antes del alba para caminar hacia esa zona de la ciudad y echar una ojeada. Lo que no pudimos fue hacer unas foticos para mostrar a vosotros, nuestros lectores, ya que en este lugar está prohibido. De vuelta a la parte menos picante de la ciudad, descubrimos numerosos árboles llenos de peluches colgando de sus ramas. No supimos el por qué, así que si alguno conoce la respuesta a este expediente X agradeceríamos que la compartiesen con nosotros. La luz se hizo de nuevo, y nosotros nos encontrábamos ya paseando frente al museo Heineken a lo largo de la gran calle de Stadhouderskade.
Museo Heineken
Cruzamos varios canales más, no recordamos cuantos, pues el cansancio acumulado ya se dejaba notar a estas horas. Las calles estaban vacías en esta parte de la ciudad, y nosotros, domingo por la mañana, mientras todos los habitantes descansaban en sus casas, estábamos visitando el Museo de Ana Frank desde el exterior. Nuestros estómagos nos pedían un desayuno enorme, pero aún los negocios permanecían cerrados, y reposando sobre un banco esperando la hora de su apertura, nuestros ojos se cerraron. El despertador sonó al cabo de un tiempo, a diferencia de que en nuestra casa éste es un reloj de mesilla, en este caso el ruido de alarma provenía de la sirena del coche de policía que pasaba por allí para decirnos que no se podía dormir en la calle…. ¡¡Ups!! En fin, recargamos fuerzas y de nuevo a mover nuestras cansadas piernas, pues quedaban pocas horas para coger nuestro transporte de vuelta. Ahora sí Hard Rock Café estaba abierto. Nos adentramos para fotografiar su interior y algunos de los objetos que allí tenían, como guitarras de famosa bandas y la máscara de la película musical The Wall de Pink Floyd.No podíamos dejar la ciudad sin visitar uno de aquellos coffee shops, así pues nos adentramos en uno al azar y dejándonos aconsejar por el dependiente, probamos unos cigarritos aliñados en el interior. Nos despedimos ya de Amsterdam para ir a la costa Holandesa y coger, nada más y nada menos que un gigantesco ferry que nos llevaría a Inglaterra. Al llegar junto al enorme barco descubrimos que los camiones parecían juguetes a su lado. Un control de seguridad nos esperaba en la puerta de embarque. Anduvimos por la pasarela hasta la entrada del ferry contemplando la grandeza de este. Una vez en el interior, buscamos rápidamente un lugar donde disfrutar de las últimas vistas de Holanda.
Tras la excitante partida de nuestro transporte, el cansancio acumulado se hizo notar. Nos acoplamos en la cubierta, y bajo el sol disfrutamos de una ansiada siesta a la española. Una experiencia desde luego inolvidable que solo costo a nuestros bolsillos 30 euros. Y, al despertar, esa extraña y prematura sensación de nostalgia que invade a uno el cuerpo cuando te alejas del lugar donde emprendiste el viaje. Y desde ese momento, un recuerdo màs quedó grabado en nuestro corazoncito llenándolo de emociones que hoy, escribimos aquì, en nuestra adorada guía de viaje…..