Después de haber buscado muchas veces, en estas dos últimas semanas, la inspiración para escribir about Nottingham, finalmente entendí por qué buscaba en vano. Era más fácil de lo previsto, pero, como ocurre a menudo, buscamos explicaciones complicadas, ocultas, inconscientes incluso cuando en realidad las respuestas son evidentes y muy claras frente a nuestros ojos. Entonces, no había nada de Freudiano si no lograba escribir, sino algo mucho más simple: en esta ciudad no hay nada que me inspire profundamente. Ta daaaaan. Eso es todo. Develado el misterio, descubierto el culpable. Yo que necesito algo que me revuelva las visceras o me cierre la garganta para hacer alguno de mis garabatos, en esta bella, ordenada, limpia y accesible ciudad, no encontré todavía nada que lo haya logrado. Por supuesto, la impecable cola que se hace en la parada del autobús me ha ligeramente desconcertado, las ardillas que andan libres me divirtieron, el cierre de la cocina en los pubs a las 19:00 me frustró y bailar en una iglesia desconsagrada, ahora discoteca, me entusiasmó, pero nada de todo esto me hizo estremecer, nada me transmitió alguna vibración de alta frecuencia…
¿¿Cuándo llegó esta simple iluminación??
Era una de esas mañana de las que repetía el acostumbrado camino casa-escuela, buscando de distraerme del olor a frito proveniente de todas partes, reflexionando sobre mis proyectos futuros, sobre el sentido de mi vida y sobre la inexplicable razón por la cual los ingleses usan el “do”… En sintesís, 20 minutos de meditación-distracción, caminando a lo largo de Alfreton Road. Lo que era distinto esa mañana es que, inexplicablemente, un decidido sol se asomaba prepotentemente a traves de las nubes. Entonces, en su honor, decidí transformar la sesión diaria de meditación en una de canto con las notas de Summertime incluso con agudos y voz ronca.
Podeís escucharla también vosotros mientras seguís leyendo (recargar la página si no veís el video aqui abajo):
Así, desentonando y riendo, me acordé de las mañanas en las que en Madrid, caminaba exactamente de la misma manera, para ir a la universidad, sonriendo y canturreando… Fue un pensamiento dulce, tranquilizador, que me recordó cuanto, en ese paseo cotidiano, yo renovaba mi amor por Tirso de Molina, por los floristas de la plaza, por el Lidl, por el tren a Nuevos Ministerios y por cada particular cosa que hacía parte de mi “vida española” y que sentía vibrarme debajo de la piel.
Apenas aquel recuerdo me rozó, comprendí lo que estaba sucediendo, me detuve en el semáforo y, con aire perpelejo, miré alrededor… Hermosas casas, cinematográficas, la punta lejana de la sugestiva catedral, los autobuses alegres de dos pisos… Todo agradable a la vista, delicioso… Esperé. Esperé fijándome en los pelos del brazo… Esperé todavía. Como imaginaba, nada… Nada de piel de gallina, ninguna reacción química, ningún impacto.
Dada la infinita espera en el semáforo y la peligrosidad de cruzar con rojo en una esquina donde los autos continuan viniendo del lado opuesto del que yo espero, mi mente continuó su juego de igualdad/diferencia y catapultándome al piso donde están los cuadros de Jacques-Louis David, en el museo del Louvre: cuanta simetría, cuanta perfección, cuanta belleza, fría, plana, insensible belleza…
Y volví de nuevo a Madrid, al Prado, donde los cuadros del “negro” Goya, imperfectos y desagradables, lejanos de toda imaginable belleza, lograban en cambio atraversarme el corazón impetuosos y violentos… He aquí el nücleo del problema, la semilla entre los dientes, la piedra en el zapato… Entre Nottingham y yo no hay amor… No es culpa suya y menos mía, somos solo demasiado distintos. Yo amo la confusión y ella es ordenada, yo amo cenar tarde y ella cena a las 6 de la tarde, yo amo los defectos y ella está llena de virtudes, yo amo las demostraciones de afecto y ella en cambio es realmente formal…
En resumen, ¡no estamos hechas la una para la otra!
Semáforo verde. Mientras cruzo me viene en mente que me equivoco, hay una cosa, una sola, que de verdad amo de ella, de Nottingham: las chicas. Son realmente una fuerza. El pelo rojo o verde, paso decidido y sandwich con salsa goteando siempre en la mano. De día las ves con pantalocitos cortísimos, calzas de leopardo y maquillaje de geisha.
Nottingham girls!
De noche los pantaloncitos se transforman en vertiginosas faldas que aveces son directametne cullots, las calzas desaparecen aunque con 10 grados y aparecen ellas, las estrellas de la noche: los zapatos o mejor, los trampolines. Taco 15,tachas, lentejuelas, manchas de leopardo o vaca y todo aquello de kich que podeis imaginar.
Por la gentil concesión de una amiga, he aquí un ejemplo de zapato típico de sábado a la noche
Sus voces agudas y molestas son entendibles solo por los murciélagos, dado que alcanzan la frequencia del ultrasonido, llevan en sus bolsitos de plumas de avestruz la colección entera de Max Factor, Maybelline o Rimmel y sus “vestidos” son así de chillones que no hay necesidad del chaleco refractivo si tienen algún problema con el auto en la carrettera. Es verdad, no siempre son un lindo espectáculo, especialmente cuando salen en masa de un lugar, tambaleando como zombies, obviamente descalzas, con la cara completamente cubierto de maquillaje, waterproof, pero no alcoholproof, las várices en las piernas y las papas fritas desparramadas por todos lados, pero… al menos son ellas mismas. Flacas, gordas, altas, bajas, bellas, feas, todas pasan su loca noche de sábado exactamente así. Y es esto que me gusta, no se avergüenzan, ninguno las critica y ninguno las juzga. Lo “peor” que puede pasar es que algún chico italiano, habituado a la precisión y al fashion típico de nuestro glamour país, se de vuelta disgustado, ¿¿pero que importa?? Por uno que se de vuelta todos los otros sonríen y piensan: ¡esta es la libertad! ¡¡¡Girl power!!!
¿Algo que declarar en cuanto corresponde a los chicos de Nottingham? Rubios, blanquitos, flaquitos, elegantes, pesan menos que su maletín. ¡En una palabra: aburridos!
Ops, de nuevo rojo… Me detengo, me esfuerzo en pensar en las otras cosas que me gustan: la educación y la gentileza de la gente, el helado de Ben & Jerry’s, Robin Hood y su bosque, poder ir caminando al centro, las dulcisimas casitas, el camioncito de los helados con esa musiquita inquietante…
El legendario Robin Hood de Nottingham, ¡¡para nada parecido a Kevin Costner!! (cit. Hugo Spector)
Casitas
Y la mítica camioneta, ¡¡obviamente Italian Style según la visión de ellos!
Anything else? Probablemente no. That’s all. De nuevo parada en el semáforo, recapitulo las conclusiones a las cuales llegué al final del psicoanalisis matutino: excluyendo algunas citadas particularidades interesantes y divertidas, todo el resto es calma, encefalograma plano, ninguna emoción, ningún escalofrío… En una palabra: Impacto cero.
Finalmente cruzo la calle, irónicamente Janis Joplin me dice que:
One of these mornings
You’re gonna rise, rise up singing,
You’re gonna spread your wings
Child, and take, take to the sky,
“Una de estas mañanas,
te levantarás, te levantarás cantando,
abrirás tus alas
pequeña, y tocarás, tocarás el cielo”
Exactamente como en aquellas mañanas en Madrid…
Pero evidentemente no acá, no en Nottingham…