Llueve… No se puede andar en bicicleta, no se puede ir a pasear al parque… No importa, la verdad es que amo esta lluvia… Me sorprende, siempre adoré el sol y los lugares soleados, sofocantes, en los cuales la luz brilla tanto que no se logra mirar el cielo sin cerrar los ojos. Como una lagartija, permanezco inmóvil bajo el sol absorbiendo cada uno de sus rayos, sin pestañar, respirando lento lento, para robar la mayor cantidad de energía posible, para recargar mis baterías consumidas. En resumen, hago mi fotosíntesis, me alimento del sol.

Recargándome bajo el sol de Essaouira, Marruecos
Por esta razón no pensaba de poder sentirme tan a gusto con estas nubes oscuras, amenazantes, que acompañan todos los días mi despertar acá, en Alfreton Road. No pensaba de encontrar así de fascinante este cielo casi violeta, con su lluvia testaruda y tintineante.

El cielo de Nottingham
Y sin embargo el ruido incesante de estas gotas hinchadas y pesadas contra el vidrio es seductor, sugestivo… plin plin plin plin, un reloj natural que marca el tiempo, un fondo húmedo a cualquier acción o palabra. Mientras escribo no puedo hacer menos que alzar a menudo la mirada, es como un imán, una atracción irresistible, me fijo un instante en el vidrio donde las gotas no son otra cosa que líneas blancas que corren hacia el alféizar, y luego voy más allá, hay un árbol ligeramente sacudido por la lluvia, parece reir, como si la lluvia le hiciera cosquillas en el follaje… Y las casas de ladrillos rojos son descoloridas, borrosas, la lluvia las mece, impidiendo a los contornos definirse. Mientras las observo aparece una cara en una ventana, es una niña de negros y crespos cabellos, se sube a una silla y por un momento permanece hechizada como yo, apoya el mentón sobre las manos y pega la nariz contra el vidrio, empañándolo. Después levanta la mirada y me ve, sonríe, ahora somos solo ella y yo en este mundo mojado, yo, ella y estas miles burbujas transparentes entre mi ventana y la suya. Apoyo la mano sobre el vidrio para saludarla y ella hace lo mismo. Después se da vuelta, alguno la llama, me sonríe una vez más y se va corriendo. Su mano dejó una huella acuosa en el vidrio que desaparece momentos después… Espero que desaparezca y saco también la mía…
Es hora de volver a escribir…
