Máscara Enchilada entrevista a Alfonso Hernández, Cronista de la Ciudad y Director del Centro de Estudios de Tepito, acerca del popular, arraigado y divertido arte de los Albures Mexicanos. El taller de la reina de los albures, Lourdes, está aquí
Il Peperoncino Mascherato, eroe popolare della lotta libera messicana, intervista il probo Alfonso Hernández, cronista di Città del Messico e Direttore del Centro Studi su Tepito, il quartiere indomito della capitale, sull’arte degli albur, i doppi sensi messicani. A questo link il post in cui parlo della regina degli albur, Lourdes Ruiz.
Para comentar el video con gusto les copio abajo el artículo de La Jornada En el barrio de Tepito el albur es contracultura y resistencia:
En la primera reunión, realizada en la unidad Tezonco de esa universidad, la campeona de la especialidad, Lourdes Ruiz, rompió el mito de que es una práctica reservada a los hombres
OTHON LARA KLAHR
Producciones Chiquito Medallas de Oro lleva a cabo un encuentro de albur en la Casa Talavera, recinto de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) ubicado en la calle Talavera esquina con República de El Salvador, colonia Merced, en el mero Centro Histórico.
Qué mejor lugar que el entrañable -y alburero- barrio de La Meche para realizar esta actividad lúdica -y lúbrica, si se quiere-, que promete dejar satisfecho al respetable. Si no lo cree, ahí le va una probadita: este jueves se proyecta la película Mecánica Nacional a las 16 horas, con comentarios posteriores de Everardo Pillado y Guillermo Buigas.
El viernes, a las 17 horas tendrá lugar el mano a mano de albur De tu arte a mi arte, y más tarde cerrará con broche de oro el encuentro un bailongo en la cercana Plaza Aguilita, amenizado por la Internacional Danzonera México. Aproveche, la entrada es libre (y la salida también).
El albur en Tepito
El antecedente inmediato del encuentro alburero que se lleva en Casa Talavera es la mesa redonda que organizó la misma institución hace unas semanas en su campus San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa. En esa ocasión quedó demostrado que el albur no sólo son peladeces, ingeniosos juegos de palabras o “el combate verbal hecho de alusiones obscenas y de doble sentido (…) en el que el vencido es el que no puede contestar” y “es poseído, violado, por el otro” (Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Lecturas Mexicanas, pág. 35).
Este florido lenguaje también es contracultura y resistencia “para no ser domesticados por el sistema”, afirmó el cronista del barrio de Tepito, Alfonso Hernández. Para el también director del Centro de Estudios Tepiteños (CET) el lenguaje es uno de los elementos de identidad -cada vez más escasos- que conserva esta aguerrida zona ante el embate de la modernidad.
El ágil dominio de la lengua -sin doble sentido- que caracteriza a los tepiteños se evidenció en la mesa redonda, titulada El albur en Tepito, en la que blandieron lo mejor de su repertorio, además de Alfonso Hernández, otros destacados representantes de la cultura barrial.
Entre los ponentes estuvo la comerciante Lourdes Ruiz, quien rompió el mito de que el albur sólo es del dominio masculino, ya que ella es campeona invicta del Encuentro de Albureros que se realizó en el Museo de la Ciudad de México.
Pero además en la UACM Lourdes acabó con el escepticismo de los machines presentes, al recetarles algunas muestras de su picardía cuando se pidió que pasaran tres voluntarios para realizar un ejercicio lúdico, que no lúbrico. De manera significativa, solamente mujeres se atrevieron a pasar al frente. De un recipiente tenían que sacar un papel con una frase escrita y leerla en voz alta. Una de las voluntarias sacó un papelito y leyó la palabra chiquito, a lo que Lourdes acometió al instante: “A travieso no me ganas”… “Y a flojo menos”.
Lo que todo alburero debe agarrar
Otro ponente, Víctor Hugo Rocha, distinguido miembro del CET, fue más a fondo al presentar la ponencia El albur y otros chorizos. Conocimiento que todo alburero debe agarrar. Primero se remitió a los orígenes del albur, “cuando la necesidad de los mexicas de hablar delante de los conquistadores españoles hizo que desarrollaran códigos verbales de doble sentido”.
Luego pidió no confundir el seudoalbur que se habla en la tele con el verdadero albur, al que definió como un chiste interactivo, “en el que no importa demostrar quién es más hombre, sino el componente intelectual que consiste en el dominio del lenguaje, donde gana quien tiene calma y contesta coherentemente, y pierde quien se traba al hablar y se queda como la jaula del pájaro: con el palo atravesado”. Aclaró que “a albures no compito, porque me comen”, y hablando de comida mencionó, entre muchos otros postres, el “anís con pasas”.
También se refirió a la categoría de análisis diferenciado “donde no es lo mismo Anita siéntate en la hamaca que Siéntate en la hamaca Anita”, ni “pedir en una tienda un metro de encaje negro a que un negro te encaje un metro”, aprovechando que se volvió a poner de moda Memín Pinguín.
Dentro del lenguaje alburero una palabra puede tener múltiples sentidos, explicó, pero lo más importante es fomentar estos ejercicios verbales para superar la pobreza en el habla, que lleva a muchos chavos al aburrido intercambio de “sí, güey, no güey, chale güey”.
El moderador de la mesa, Ernesto Aréchiga, profesor de la UACM, rindió homenaje a Chava Flores como uno de los más célebres albureros, pero también mencionó los aportes en la materia de grandes pensadores mexicanos, como Samuel Ramos (en El perfil del hombre y la cultura en México y Octavio Paz (en la obra citada). Sin embargo, Aréchiga consideró superada la idea de ambos pensadores en el sentido de que ese lenguaje sólo lo practican “los peladitos” en algunos ámbitos marginales de la sociedad.
Como muestra de que el albur inclusive ha llegado a la academia, enunció un clásico: “En ti me vengo pensando”, porque “mi novia ya no es Virginia… ahora es Manuela”, lo cual sorprendió hasta a los tepiteños, que comentaron: “tan seriecito que se veía el profe”. De nuevo se pidió que pasaran voluntarios al frente y otra vez pasaron sólo mujeres, lo que obligó a la campeona del albur a invitar a dos o tres varones a pasar “voluntariamente a güevo”.
Luego intervino Primo Mendoza, cuentista de doble nacionalidad: tepiteño y de Neza, quien hizo justicia a Armando Jiménez, El Gallito Inglés (quítale la cola y los pies y verás lo que es) y a Armando Ramírez, el inspirado autor de la novela emblema de la literatura tepiteña: Chin Chin el teporocho, lo cual nos hizo recordar un diálogo en el que el protagonista replica sabiamente a su contrincante: “…qué dijiste, este chile empapas yo me lo embarro” (pág. 125).
Mendoza negó que en Tepis sólo se hable albur. “También se habla latín, latón y mascamos lámina”, y de corolario nos la refrescó con el saludo: “¿En algotras ocasiones nos hemos visto?”, sin que faltara la respuesta entre el público versado: “¡atravieso no me ganas!”, y se le recordó que en sus años mozos fue “el chico temido de la vecindad”. A su vez, Lourdes reveló que el famoso sexto sentido femenino se adquiere cuando se pierde el quinto.
Duro de mascar
En su texículo Tepito, ese barrio chicoarote, Alfonso Hernández habló de la importancia de la memoria barrial para la sobrevivencia de esa comunidad, porque “aquí perder la memoria es como perder la sombra”, y si los tepiteños se dejaran despojar de su lenguaje barrial, sostuvo, “estaríamos perdiendo lo último que nos queda: la identidad que nos hace ser como somos”.
Para el cronista, Tepito es semejante al chicoarote, “una rarísima variedad de chile de árbol, de poco consumo porque al masticarse es más correoso que una charamusca”.
Hernández dio su testimonio de que “acá, a partir del momento en que se tienen peleas en la coliseo se la tiene uno que aprender a rifar en todo y contra todos en este barrio macabrón, donde se crece, como en todos los barrios, entre la teta y el moco, las lágrimas y la caca, los besos y los coscorrones, las caricias y los pellizcos, el ándele cabrón. “¿Será por eso que siempre que me dicen cabrón me da sueño? Porque de chico todo era puro ¡Ya duérmase, cabrón!”
Los tepiteños, expresó, “excluidos de la sociedad, tenemos inclinación a la libertad de improvisar y reciclar informalmente todo aquello que mejor satisfaga nuestros antojos existenciales”. Por ello Tepito es la zona artesanal y comercial más concurrida y tecnificada de la ciudad; “si bien no es un barrio modelo, sí es ejemplar en su sobrevivencia”, indicó.
El cronista barrial invitó al público a que “piquen, liquen y califiquen” que los tepiteños “no siempre revelamos por qué nos rebelamos frente a todo aquello que no nos deja ser lo que somos”, y observó que pese a la mala fama que le han constuido algunos medios, “al obstinado barrio de Tepito nos siguen llegando estudiantes de todas las carreras para corroborar si es cierto que México sigue siendo el Tepito del mundo y Tepito la síntesis de lo mexicano”.
A pesar de los aparatosos operativos policiacos, afirmó, actualmente como desde hace décadas medio México sigue acudiendo al tianguis de Tepis“en busca de ropa, zapatos, discos piratas, perfumes, yombina, tinta china, poper, pomadas, un armaño inflable (…) una grapa, un bazookazo, un arponazo, un putazo o para saber por dónde la rola Chin Chin el Teporocho”.
Alfonso Hernández explicó que en el lenguaje tepiteño cada palabra y cada verbo implican rumbos y definiciones propias; mientras el caló es el compendio de claves donde cada cosa tiene otros nombres y significados -”por ejemplo, huevón puede ser un chavo flojo, o un chavo que tiene una morra que tiene las manos muy chiquitas”-, el albur es el juego de palabras con todos los sentidos posibles, hasta convertirlo en un alegre juego de ajedrez lingüístico. “Por ejemplo, siguiendo con los huevos: al escuchar la palabra huevos se puede decir sóplame este ojo, o me los chupas y me los dejas nuevos”.
Calambur, categoría master
El calambur es más mandadito, se da entre masters de masters. Es el duelo verbal que no necesita llegar a las groserías, pero implica insospechados dobles y triples sentidos: con el mismo ejemplo de los huevos, “se diría que mis huevos son tus ojos, mis vellos tus pestañas y mis mocos tus lagañas”. Reflexionó que “así como hemos aprendido a construir el adentro y el afuera de Tepito más allá de sus límites geográficos, también hemos aprendido a no caber en el alfabeto ni en los textos académicos. Los tepiteños sabemos usar las palabras y todas las letras, y hasta podemos disimularnos en ellas cuando nos topamos con un burócrata o un político”.
¡En la madre!
-¿Cómo vislumbra el futuro de Tepito y los proyectos para dignificarlo? -se le picó al cronista en la ronda de preguntas y respuestas. Surtió efecto la picada (de cresta), y Alfonso Hernández replicó que Tepito desde sus orígenes ha sido un barrio modesto. Su nombre nahua, Mecalanilco, significa barrio de los mecapaleros (cargadores). Refirió que durante el sitio de Tenochtitlán ahí se atrincheró Cuauhtémoc durante 93 días, y esto hizo que el barrio cambiara de nombre, a Tepeteuhcan, que significa lugar donde comenzó la esclavitud.
Después Tepito fue de manera sucesiva “un miserable enclave colonial, el arrabal de la Ciudad de los Palacios, un lupanar metropolitano y ropero de los pobres”. Por ello, aseveró, eso de dignificar ”nos preocupa. Ha habido proyectos al respecto, como el de una antropóloga que quería desarrollar estrategias terapéuticas y vivenciales para hacer de los tepiteños seres humanos más plenos. Puso un taller de salud donde quería estudiar el lenguaje y por qué los tepiteños éramos tan groseros. ¡En la madre!”
Ya encarrerado, el cronista de Tepito subrayó la vitalidad del barrio: tiene 50 mil habitantes y presenta la densidad poblacional más alta de las 35 colonias de la delegación Cuauhtémoc. La población tepiteña, advirtió, está conformada por dos tribus: “los chingones y los chingadores. Los primeros son los artesanos, los comerciantes buena onda, y los chingadores son los que le cobran a la clientela el impuesto a la ingenuidad. Si no sabes de perfumes, de ropa, de electrónica, de relojes, te la dejan irineo, pero también se consiguen las cosas más baratas de la ciudad”.
Recordó que el terremoto de 1985 destruyó la mayoría de los talleres artesanales, y con ello mucho de la creatividad y la productividad tepiteñas, y el tianguis quedó como la principal bujía económica, pero “se ha ido pervirtiendo, porque es una economía cuya riqueza no se ancla en Tepito y nos hace muy vulnerables, porque somos dependientes de la ideología del mercado. Antes fue la invasión de la fayuca y hoy predomina la piratería, que ha empobrecido el comercio”. Hoy el barrio, reconoce, es un “laboratorio socioeconómico de la delincuencia, el narcotráfico, la corrupción y las nuevas leyes del mercado. Estamos librando una batalla muy importante, solos, porque casi nadie entiende lo que significa Tepito. Sin embargo, sigue siendo un barrio vivo, con una tribu aguerrida, que se distingue por su arraigo, identidad y cultura”.
Esa combatividad se traduce en la proliferación de grupos culturales independientes. Además del pionero Tepito Arte Acá, se encuentran los colectivos Los Olvidados, Tepito Crónico, La Hija de la Palanca y El Zahuán, entre otros que realizan una importante labor para enriquecer la identidad tepiteña.